Bienvenidos al tren

Viajar en tren, una experiencia maravillosa.


sábado, 5 de septiembre de 2015

Último tren a diesel

Esta tarde de sol pleno recordé el tema de la vigorosa Electric Light Orchestra (ELO) Last Train to London viendo pasar los trenes por Ezpeleta, al sur del Gran Buenos Aires, y la gente esperándolos para viajar.



No es un día cualquiera, porque mañana, domingo 6 de septiembre de 2015, los trenes diesel que durante generaciones unieron la ciudad de Buenos Aires con la de La Plata dejarán de circular y durante tres meses el Ferrocarril General Roca permanecerá cerrado mientas se instalan las catenarias para su electrificación.

No sé qué es más fuerte: si los trenes impulsados por locomotoras diesel que circularán por última vez este domingo de septiembre o que las estaciones permanezcan vacías y silenciosas durante 90 días, según consigna la información oficial que se registra en las estaciones.



En realidad, tampoco estoy seguro de que cuando concluyan estas obras, no volvamos por un tiempo a los vagones de siempre. De todos modos las formaciones tradicionales están en la cuenta regresiva.

Mientras tanto, la empresa ha organizado un servicio de traslado de pasajeros a través de omnibus que van de una punta a la otra del recorrido parando en cada estación y otro estilo semirápido parando en Quilmes. "Esto va a ser un dolor de cabeza, no quiero imaginarme lo que va a ser el lunes", me dijo esta tarde Marcelo (foto) el guarda a cargo de la formación que unía la capital nacional con la provincial.



Durante los últimos 20 años viajé centenares de veces en estos vagones, muchos de ellos pintarrajeados y arruinados, pero que aún así cumpliendo un servicio formidable al trasladar a millones de personas por día.

En sus vagones me resfrié, sufrí apretujamientos, dolor de cintura, pero aún así me gustó viajar: a veces con amigos, conversando con los artistas callejeros o simplemente leyendo (o estudiando), la preliminar de siestas apoteóticas que más de una vez culminaron con un toquecito gentil de algún pasajero avisándome en Constitución que el tren ya había llegado a destino.

He visto arrebatadores actuar de oficio e incluso un tipo con muletas recogerlas y ponerse a correr el tren en un andén de Constitución en medio de las risas asombradas de los que lo mirábamos. Algo así como "la fuga del paralítico".

Otra vuelta quedé ensimismado con la lectura del diario, sentado en el andén de Ezpeleta en dirección a Capital, hasta que un flaco se me acercó: "Hoy quiero llegar temprano al trabajo", me dijo irónicamente, para avisarme del tren que se acercaba a unos 300 metros.


Estación de Ezpeleta en el partido de Quilmes. Los perros son parte del paisaje ferroviario en los suburbios de Buenos Aires. 


Lo más lindo, quizás, es recostarse sobre la ventanilla y mirar hacia afuera: no es la campiña francesa, es el conurbano bonaerense, pero aún así resulta magnífico, no tanto por el paisaje como por las sensaciones de bienestar y de poder combinadas. ¿Quién le va a decir que no o "por acá no" al tren?

He viajado temprano de madrugada, a media mañana, de noche, enganché el último, el de las 0.20 y he visto "caripelas" de aquellas y sufrí la agresión de un loco que me pegó un planchazo de espaldas y casi me voltea a la última hora de un domingo en Constitución.

Por todo esto, a pesar de todo esto, amo el mundo del riel. Los trenes, al igual que los autos, que las casas, que los rincones de la ciudad que preferimos, terminan humanizados, los sentimos como personas, como parte de nuestra vida.

 


Voy a extrañarte, Roca querido, pero te confieso: espero con mucha expectativa la llegada de la generacion nueva de coches cargados de ilusiones y promesas de nuevas historias, pero en ambientes de mayor confort y seguridad. ¡Ya veremos!

Para los amantes del tren y que han cruzado la barrera de los cincuenta y para todos aquellos que les gusta la música les dejo este tema de despedida compuesto a fines de los '70 que sugiere una historia  de amor en una estación de los suburbios londinenses.